Prueba superada

Ayer tuve que enfrentarme a otro de mis muchos miedos: acudir al Centro de Salud para ver en persona al psiquiatra. No quería ir, pero fue tan exigente que no se cómo me armé de valor y fui; eso sí, bien de ansiolíticos y con la mejor compañía que podía tener: mi madre.

Él me dijo que a esas horas de la tarde el Centro de Salud está prácticamente vacío y que no tenía nada que temer….bien…. pues llegué, y no, no estaba vacío: estaba lleno de gente, con una cola que daba la vuelta al edificio, sin distancias, sin cuidado.

Subimos a su despacho. Tras entrar me quedé de pie y, con una medio sonrisa me dijo “bueno, ya estás aquí, ¿a que no es para tanto?”. Respiré hondo, primero por no gritar y segundo por intentar no llorar por los nervios….”No, no ha sido nada fácil, no está siendo nada fácil. El Centro de Salud está lleno de gente”, le dije.

Empezó a recabar información sobre mí y mis miedos, cosa que hasta ahora no había hecho y eso que empezamos las consultas online hará unos 10 meses. Comienza a decirme que debería de estar más relajada porque el virus del covid omicron parece que se está controlando. Lo interrumpo para decirle que mi miedo no es el covid, que le tengo respeto por supuesto, pero no es mi miedo. Le recuerdo (porque ya se lo dije la primera vez por teléfono) que mi miedo irracional (lo sé) es al SIDA. Entonces comienza a decir que cómo yo, siendo enfermera, no sé razonar que la transmisión es solo a través de la sangre, que se sabe mucho hoy en día sobre el tema, que hay tratamientos, etc…

Las lágrimas ya me caen por la mejilla, no sólo por los nervios y el miedo que ya no son controlables, sino por la incomprensión. Claro que sé toda esa información, claro que como enfermera lo sé más que de sobra e incluso ahora con TOC lo sé, pero no son datos lo suficientemente fuertes como para que venzan mi miedo.

El tema queda ahí y comienza a hablarme de las EPR. Me pregunta cómo lo trabajo con mi psicólogo y le explico que vamos dando pequeños pasos y ganando pequeñas batallas (que para mí son enormes). Muestra su disconformidad; me dice que lo que tengo que hacer es exponerme todos los días a todo, sin importar el nivel de ansiedad para así afrontarlo ya que su principal idea se centra en que pueda ir a un hospital sin miedo; a la razón número 1 con ansiedad de 10 porque no hay más en la escala.

Le intento explicar que las veces que me enfrenté al miedo sin pensar, el resultado no solo ha sido negativo, sino que las consecuencias han sido devastadoras, han supuesto un retroceso en mi proceso, y eso pasó todas las veces que lo intenté.

Después hablamos de mis manos, las cuales están destrozadas por la lejía. Últimamente no he tenido días buenos. Me dice que así acabaré: teniendo que ir al médico por hacerme heridas y entonces tendré que superar mi miedo a los centros hospitalarios porque no me quedará otra. Le miro, callada.

Cambia de tema y entonces (ahora es cuando viene la mejor parte) me habla de si mi psicólogo me ha hecho las escalas relacionadas con el miedo y el nivel de ansiedad, y otra que tiene en su escritorio, “Escala de Yale Brown para compulsiones”, y comenta que la va a imprimir para que la vaya rellenando en casa y se la devuelva.

Me paralizo, le miro lo más educadamente que puedo y le explico que no me voy a llevar nada a casa. Insiste, se levanta, me dice que sí, que lo vamos a hacer juntos, que esta es una exposición y lograrlo será otro paso. Me niego más rotundamente y empiezo a temblar y a notar cómo viene ese ataque de pánico, cómo duele la tripa, cómo las lágrimas caen solas, cómo me pica el cuerpo solo de pensarlo y de verle cerca; podría decir que hasta noto que me toca aunque sé que no es así.

Me pongo cada vez más seria. “No lo voy a hacer. Si no soy capaz de llevarme nada de casa de mi madre, menos lo haré de aquí”. Vuelve a insistir, casi está por cogerme de la mano y llevarme a un paquete de folios nuevos diciendo que eso es fácil porque nadie lo ha tocado ni nada. Tengo mucho miedo, la habitación se hace pequeña, pienso que no me entiende y que me va a obligar, estoy incómoda. Hasta mi madre “llorando” le dice que deje de insistir porque no lo voy a hacer. Finalmente, aunque no muy contento, cede y me pide mi correo electrónico restándole así importancia a la situación anterior.

Por último, aunque estuve una hora con él, pacta (él solo ya que yo no respondo) que nos veamos todos los meses en persona, porque tengo que quitarme el miedo a los Centros de Salud, porque así se acabará mi problema. Le miro y le digo que eso intentaré, pero que yo voy a seguir paso a paso. No pienso correr. Me quedan muchas batallas por vencer, pero también le digo que ahora soy más fuerte que hace un año, cuando no salía de casa, cuando tardé meses en relacionarme con mi familia; cuando después de tantas evitaciones para creer sentirme segura, terminé en un pozo sin salida y por fin busqué ayuda porque no razonaba…Solo de recordar esos momentos se me corta el aire.

Así concluyó nuestra cita. Con esto quiero decir que, desde mi punto de vista, la Sanidad Pública no está preparada. No considero que mi psiquiatra sea un mal profesional, todo lo contrario, pero sí que noté la falta de información que tiene acerca del TOC y cómo se centraba más en lo que lee en los libros que en lo que realmente tenía enfrente, la paciente X con TOC, no un TOC más.

Para mí hubo una gran diferencia si lo comparaba con mi primer encuentro con mi psicólogo (especialista en TOC) que también fue meses después de hacer video llamadas. Él se limitó a ver cómo actuaba mientras paseábamos, cómo le contaba mis miedos y mis progresos, no hizo ningún juicio de valor, tampoco me obligó a hacer nada. Yo caminaba esquivando cosas y mirando todo el rato al suelo, él lo hacía normal, y aunque sé que me veía, no comentó nada porque entendió mi miedo. Noté que para él solo verme en la calle ya era todo un avance, una batalla ganada.

En fin, así fue mí experiencia en persona ya que hasta ahora por teléfono únicamente habíamos hablado un poco de mis miedos el primer día y el resto de veces de la medicación. No sé cómo serán las siguientes sesiones, pero espero que comience a tener empatía y a darse cuenta de que los libros no tienen todas las soluciones.

<< SISU >>

***

Testimonio de la vivencia de una socia. La Asociación sigue en la lucha hasta que situaciones tan dolorosas como la que cuenta dejen de producirse.